El profesor está explicando, es verano y el calor es sofocante. Trato de prestar atención a lo que hablan; pero es mi cabeza hay un mar de pensamientos, un océano azul cristalino, el cual deja ver los peces de todos colores nadando al lado de este gran barco. Las velas están izadas a causa de estos refrescantes vientos alisios, que llevan mi cabello de un lado a otro, y rozan mi piel suavemente…estos vientos pronostican algo esperado…el Destino se acerca. Mientras sostengo el timón firmemente, el cual se mueve como si tuviera vida propia, veo un pedazo de cuero enrollado en mi vestido turquesa . Las nubes, de un blanco puro…tan puro como el cielo, que es tan celeste que parece que estuviera pintado. A lo lejos se puede ver algo, una tierra lejana, una isla mejor dicho…Miro el mar, y unos delfines, me dan la bienvenida, saltando con su particular simpatía. Volteo la mirada otra vez en esa isla ya se puede observar la blanca arena, el arrecife de coral, y la tupida vegetación. Hay una diversa flora: hay árboles de Kiave, y de Kukui y Koa…estos dos últimos, a pesar de crecer siempre uno al lado del otro, son muy distintos…Ya al bajar a esta isla, y sentir la suave arena entre mis dedos, me interno entre la vegetación, para ver que aventura puedo encontrar…ya puedo sentir el rico aroma de Plumería, flores de las cuales los nativos utilizaban en sus típicos y originales collares, los cuales luego eran regalados a los haoles (blancos), dándoles su cálida bienvenida Aloha. Se ve a lo lejos kanakas (hombre trabajadores) pescando, a mujeres cociendo redes y haciendo sus típicos platos de comida, como el poi (una mezcla de color violeta), el pus-pus, y papayas y otras frutas. Cierro los ojos respirando el aire puro mezclado con otros dulces aromas y al volverlos a abrirlos estoy sentada en un banco de escuela, junto a mi compañera de banco, escuchando las explicaciones de mi profesor de Física, sobre el movimiento y la velocidad..
Por Evelyn Delmastro