¿Cuántas
veces te juzgaron por tus apariencias? ¿En cuántos momentos, sentiste que nadie
podía comprender tu corazón? ¿Cuántas veces te sentiste impotente al sentir que
nadie te entendía, o te creía? Creo todos en algún momento pasamos por esos
momentos donde las palabras que uno
decía, no alcanzaban. Donde por más que intentáramos explicar lo que había
dentro de nosotros nadie podía comprenderlo. Donde todos miraban lo que
aparentabas ser, y nadie se tomaba el tiempo para conocer tu interior...tu
corazón.
Muchas veces
he pasado por esas situaciones, y por eso se, lo dolorosas que pueden llegar a
ser. Provocan heridas profundas…que sentimos que nunca van a cicatrizar.
Lloramos, gritamos, nos enojamos, y endurecemos nuestro corazón. Creamos una
muralla, para que nadie vuelva a lastimarnos, pensando que esa es la solución.
Y nos olvidamos de lo más importante.
Nos
olvidamos de que aquel que creó nuestro corazón, es el único que puede
restaurarlo. Que aquel que nos dio la capacidad de sentir amor, es el que no da
ese perfecto amor. Que ese que nos diseño cuidadosamente, desecha el exterior y
se fija en el interior.
Dios, es el
único ser en todo el universo, que sabe que es exactamente lo que hay en
nuestro corazón. Y por eso mismo, es el único que lo puede juzgar, porque lo
comprende, porque lo entiende...porque TE ENTIENDE...a VOS. Es el único que te
va a decir: “No me des explicaciones...no las necesito. Yo sé que es lo que hay
dentro tuyo, yo sé lo que sentís, porque haces o dejas de hacer las cosas, yo sé
por todo lo que estas pasando. Yo sé en qué te equivocaste, y sé que tan
arrepentido estas por eso. Y porque sé que es lo que hay en tu corazón, es por
eso, que te perdono. Es por eso, que si me lo entregas, lo voy a hacer NUEVO.”
Y una vez,
que nos damos cuenta la magnitud de todo esto…encontramos la paz que tanto
buscamos. Porque sabemos que hay alguien...que nos conoce, hasta lo mas
profundo de nuestro ser. Y es en ese momento, donde esa muralla que habíamos
construido, comienza a caer. Donde ese corazón endurecido, se transforma en un
corazón lleno de vida. Y lo volvemos a abrir, y volvemos a sentir...volvemos a
vivir.
“(…) La
gente se fija en las apariencias, pero yo (Dios) me fijo en el corazón.” 1
Samuel 16:7
Por Evelyn
Delmastro
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