“Querido
hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud,
así como prosperas espiritualmente.” 3° Juan 1:2
Durante
años, se ha hecho una división entre el aspecto religioso de la vida, y las
realidades cotidianas. Se encasilló la actividad con Dios para ciertos días, y
el resto de la vida en los otros días. Y resultó una comodidad hacerlo así.
Porque de esa manera, cumpliendo con ciertos ritos y días, aplacamos la
conciencia y pensamos que podemos dejar contento a Dios.
El
anciano Juan tenía mucha experiencia. La que la había dado los problemas de su
vida, y la que había obtenido por haber vivido tanto tiempo. Y cuando le
escribe a Gayo su última carta, deja bien en claro, que la influencia divina en
la vida, no se limita únicamente a la reunión del domingo. Juan oraba para que
Dios bendijera a su amigo Gayo en todos los aspectos de su vida.
Y si
Juan oraba de esta manera, es porque Dios estaba de acuerdo en esta suplica.
Juan le pedía a Dios que su amigo Gayo prospere en sus negocios y asuntos
personales. Le estaba pidiendo a Dios prosperidad para la vida de su amigo. A
veces creemos que Dios no aprueba el dinero, y esto es un grave error. Dios
detesta que el dinero sea el dios de nuestra vida. Pero como somos los hijos
del Rey, debemos vivir dignamente.
Los
asuntos de Gayo también incluían a su familia. Hoy que vivimos en una sociedad
que destruye el hogar y la familia, debemos más que nunca, rogarle a Dios que
cuide la nuestra y a las de nuestros afectos.
Juan
también oraba para que su amigo tenga buena salud, antes que se enferme. Oramos
mucho para que Dios cure a los que padecen enfermedad, pero ¿oramos antes para
que no se enfermen?
Finalmente
Juan ora para que la vida espiritual de Gayo también sea próspera. Juan no dejó
ninguna faceta de la vida de su amigo fuera de su oración. Dios quiere darnos
lo mismo hoy. Porque Él se interesa por toda nuestra vida, no sólo por una
parte. Desea que estemos contentos con nuestras familias, con nuestros amigos…
y con los que no lo parecen tanto, con los trabajos, con los estudios, con
nuestros quehaceres diarios, con la vida espiritual y… la lista sería
interminable.
Dios
no es un Dios de partes, es un Dios de toda la vida. No lo dejemos a Dios
afuera de ningún área de nuestras vidas.
Reflexión:
Integremos a Dios en nuestros planes y nosotros a los suyos.
Anónimo
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