21 dic 2011

Hebreos 11 ---> La Fe

 Por   la   fe, Abel ofreció mejores sacrificios que Caín. Dios dijo que aceptó sus ofrendas y lo aprobó por su fe. Aunque Abel murió, él sigue hablando por medio de su fe. Por   la   fe, Enoc no murió. Dios se lo llevó con vida de este mundo, por eso nunca pudieron encontrar su cuerpo. Se da testimonio de que antes de ser llevado, Enoc agradaba a Dios. Nadie puede agradar a Dios si no tiene fe. Cualquiera que se acerque a Dios debe creer que Dios existe y que premia a los que lo buscan. Por   la   fe, Noé recibió una advertencia de Dios sobre algo que aún no se podía comprobar. Respetó la advertencia de Dios y construyó un barco muy grande para salvar a su familia. Con su fe, Noé demostró que el mundo estaba equivocado, y así recibió las bendiciones del que agrada a Dios. Por   la   fe, Abraham obedeció la orden de Dios de ir a una tierra que iba a recibir como herencia y salió sin saber ni siquiera dónde quedaba ese lugar. Por   la   fe, Abraham vivió como inmigrante en la tierra prometida. Vivía en carpas lo mismo que Isaac y Jacob, porque Dios también les había hecho a ellos la misma promesa. Abraham obedeció porque quería ir a la ciudad que tiene bases eternas,  una ciudad planeada y construida por Dios. Abraham estaba ya muy viejo para tener hijos, y Sara no podía tenerlos, pero por   la   fe de Abraham, Dios hizo que tuvieran hijos. Abraham confiaba en que Dios cumple lo que promete.  Este hombre estaba ya muy viejo, casi en sus últimos días, pero tuvo tantos descendientes que no se pueden contar, tan numerosos como las estrellas del cielo y como los granos de arena de la playa. Todos estos grandes hombres mantuvieron la fe toda la vida hasta que murieron. Ellos murieron sin recibir lo que Dios les prometió, pero vieron lo prometido a lo lejos, en el futuro, y aceptaron ser inmigrantes y refugiados en la tierra.  Al obrar así, demostraron claramente que buscaban otra patria. Si ellos hubieran estado pensando en el país que habían abandonado, habrían tenido tiempo de sobra para regresar;  pero ellos aspiraban a una patria mejor, un país celestial. Por eso, Dios no se avergonzó de ser su Dios y les preparó una ciudad celestial. Dios puso a prueba la fe de Abraham pidiéndole que sacrificara a Isaac, su único hijo. Por   la   fe, Abraham obedeció. Él ya tenía las promesas de Dios, quien le había dicho: «Tu descendencia será trazada a través de Isaac».  Abraham creía que Dios tenía poder para resucitar a los muertos. Entonces se puede decir que prácticamente Abraham recuperó a su hijo Isaac de entre los muertos.  Por   la   fe, Isaac bendijo el futuro de Jacob y de Esaú.  Por   la   fe, Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José y adoró a Dios, apoyado en su bastón. Por   la   fe, cuando José estaba por morir les dijo a los israelitas que algún día habrían de salir de Egipto y les hizo prometer que se llevarían su cuerpo con ellos. Por   la   fe, los padres de Moisés lo escondieron tres meses después de que nació. Vieron que era un bebé hermoso y no tuvieron miedo de desobedecer las órdenes del rey. Por   la   fe, cuando Moisés creció rechazó los honores de ser llamado nieto del faraón.  Moisés decidió no disfrutar los placeres pasajeros del pecado; al contrario, decidió sufrir junto al pueblo de Dios. Prefirió sufrir por el Mesías que tener todos los tesoros de Egipto porque estaba esperando la recompensa de Dios. Por   la   fe, Moisés salió de Egipto sin temer al enojo del rey. Siguió firme como si estuviera viendo al Dios invisible.  Por   la   fe, Moisés preparó el día de la Pascua. Puso sangre en las puertas de las casas para que el ángel de la muerte  no matara a los hijos mayores  de los israelitas. Por   la   fe, el pueblo que seguía a Moisés atravesó el Mar Rojo como si fuera tierra firme. Los egipcios en cambio trataron de hacer lo mismo, pero se ahogaron. Por   la   fe, las murallas de Jericó se derrumbaron cuando el pueblo de Dios marchó alrededor de ellas durante siete días y luego se desplomaron. Por   la   fe, la prostituta Rahab no murió junto con los desobedientes porque ella recibió amistosamente a los espías israelitas. ¿Qué más puedo decir? No hay tiempo suficiente para contarles sobre Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas. Por   la   fe, todos ellos conquistaron reinos, hicieron justicia y Dios los ayudó de la manera que les prometió. Por   la   fe, cerraron la boca de leones,  pudieron apagar la violencia de las llamas y se salvaron de morir a espada. Por   la   fe, unos que eran débiles se hicieron fuertes, llegaron a ser poderosos y derrotaron ejércitos.  Por   la   fe, hubo mujeres que recibieron de nuevo con vida a familiares que habían muerto. Otros, en cambio, por alcanzar una mejor resurrección fueron torturados y no aceptaron ser puestos en libertad.  Por   la   fe, unos sufrieron burlas y golpes. Otros fueron atados y llevados a la cárcel.  Los mataron a pedradas, los cortaron por la mitad y los mataron a espada. Algunos de ellos vestían pieles de ovejas y de cabras. Por   la   fe, fueron pobres, perseguidos y maltratados por la gente.  ¡El mundo no los merecía! Ellos anduvieron en desiertos y montañas, viviendo en cuevas y huecos. Todos ellos son reconocidos por   su   fe, pero ninguno de ellos recibió la promesa de Dios.  Dios tenía planeado algo mejor para nosotros. Él quería perfeccionarlos también a ellos, pero solamente junto con nosotros.

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