En la
cumbre de una montaña crecían dos pequeños árboles. Ambos acariciaban sueños
diferentes. El primero pensaba <<Yo quisiera guardar majestuosas
riquezas, estar siempre lleno de oro; que mi madera sea labrada en delicadas
formas y que me acariciaran siempre manos poderosas. Yo seré el hermoso baúl de
un rey >>.
El
segundo, contemplando un valle dijo para si:<<Yo quisiera crecer tan alto
que al mirarme, la gente del pueblo, elevara su mirada al cielo y se acordara
de Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo >>.
Pasaron
los años y los árboles crecieron en belleza y tamaño. Un día un grupo de
leñadores escaló la imponente montaña y uno de ellos miró el primer árbol y
dijo :<<Qué árbol tan hermoso>>, y con la fuerza de su hacha lo
derribó. Otro de los leñadores, observando el segundo árbol,
pensó<<Cualquier árbol es bueno para la leña>> y lo derribó.
La
emoción del primero se desvaneció al notar que en lugar de estar en un taller
de ebanistas y orfebres, se encontraba en manos de un carpintero que hizo de él
una caja para depositar el alimento de los animales. No fue cubierto de oro, ni
colmado de tesoros. El segundo árbol lleno de confusión, se encontraba abandonado
en un almacén de maderos pensando <<Todo lo que deseaba era permanecer en
la cumbre de la montaña y apuntar hacia Dios...y ahora...>>
Cuando
ya casi habían olvidado sus sueños, una luminosa estrella alumbró al primer
árbol mientras una mujer acostaba a un recién nacido en la caja de alimentos de
ganado. De humilde cuna había servido e ignorante estaba aún de ello. Un día
viernes, el segundo árbol fue tomado para que un maltrecho hombre coronado de
espinas, lo cargara por las calles, entre una multitud que ingrata, le gritaba
y ofendía
No
siempre nuestros sueños son como los soñamos, pero con Dios a nuestro lado,
serán mejores de lo que planeamos
Por
Lucas Leys